COLOMBIA (AndeanWire, 05 de diciembre de 2017) Bastó una breve y simple dinámica para llamar la atención plena del auditorio. Y no solo no era una de las primeras conferencias. De hecho, una de las últimas. Eran casi las 7:00 de la noche.
La causa de la atención fueron tres minutos de juego que pusieron en sintonía a todos los asistentes. Y ocurrió porque “el cerebro cambia cuando jugamos”.
La frase la pronunció Jill Vialet, emprendedora social y fundadora y CEO de Playworks, y una de las conferencistas asistentes al ‘Primer Encuentro de Educación Transformadora: reinventando la educación en América Latina’*, realizado hace unos días en diversas instituciones de la capital, entre ellas el CESA.
Playworks es una organización sin ánimo de lucro que apoya a escuelas y colegios a crear un lugar en el patio de recreo para que cada niño se sienta incluido, se mantenga activo y desarrolle habilidades sociales y emocionales valiosas. En esencia, una formación basada en el juego, uno de los diez temas que trató el encuentro.
La tesis medular de Vialet, y puesta en práctica por Playworks, es que el juego hace a los niños resistentes, empáticos y activos; pero además, aprenden a hacer amigos, a creer en sí mismos y a resolver problemas incluso en circunstancias adversas.
En esta entrevista, Vialet da cuenta de la preponderancia del juego y cómo este es una herramienta clave como matriz de aprendizaje.
¿Se ha relegado el juego como oportunidad de educación y que prevalezca una enseñanza tradicional?
En parte porque el sistema les ha pedido a los maestros que evalúen. Que tengan unas notas. Los niños llegan al colegio y entienden cómo jugar. Pero si los niños van al receso y pelean, los profesores pueden considerar que ellos están perdiendo el tiempo en vez de recibir instrucciones en el salón, y reducir o quitar ese espacio de recreo, que puede ser también para aprender las reglas de la comunidad como el respeto, la empatía, la convivencia. Creo que todo se ha centrado en por qué educamos a las personas, pero se ha perdido de vista el hecho de que educamos para formar ciudadanos, y ello implica educar a personas no solo que puedan trabajar, sino para que también hagan del mundo un lugar mejor.
¿Por qué el juego puede llegar a ser más relevante en educación frente a la forma habitual de hacerla?
Es como lo que vemos en el Silicon Valley en Estados Unidos. Las empresas de tecnología promueven los juegos en el trabajo, y lo que ocurre es que hacen ejercicios de creatividad, colaboración y muchas habilidades que este tipo de empresas realmente valoran, porque dan oportunidades para que gente adulta aprenda a jugar y se mitigan muchos miedos.
Usted dijo que el cerebro cambia cuando se juega, ¿qué quería poner de presente?
Lo que sabemos de lo que pasa cuando la gente juega es que activa las mismas neuronas que los músicos activan cuando están improvisando. Es decir, está conectado a la creatividad. Pero también sabemos que es una de las formas que nos permite, de manera experiencial, conocer la confianza, y sabemos también que esta es esencial para el aprendizaje. El juego hace que los chicos, las personas en general, estén más cómodos con el riesgo. La consecuencia de ello es que asumen más riesgos, lo que significa unas mayores y mejores experiencias de aprendizaje.
¿Qué otras cosas hay detrás del aprendizaje con el juego?
Hemos trabajado con niños que han sido expuestos al trauma, y encontramos que el juego les ayuda a aprender, porque es un momento en el día en el que tienen voz y elección. Ello posibilita que ese instinto de choque tenga un autocontrol.
En ese entorno de evaluar, de calificar, donde la exigencia por esa nota de resultado es latente, ¿se corre el riesgo de que con el juego se abandonen otros componentes como la disciplina, que es sin duda uno de los más valorados?
El juego es un momento del día en el que los niños se sienten responsables de su propio aprendizaje, responsables el uno del otro, y en esa responsabilidad cambia totalmente su relación con lo que significa comportarse. Los motiva. Entonces es esencial en la disciplina.
Se alcanza un estado de madurez como lo concebía Nietzsche, y es que esta llega cuando el ser humano vuelve a encontrar esa seriedad que de niño tenía al jugar…
Es exactamente eso. Así es.
Bien. ¿Qué resultados han sido evidentes con la metodología de Playworks?
Tuvimos el caso en una escuela en el que los malos comportamientos significaron las suspensiones de 100 niños. Con la llegada de Playworks esa cifra de suspensiones bajó dramáticamente. Llegó a apenas cuatro.
¿A qué atribuyen ese resultado?
A una figura, no tanto de autoridad sino más bien de ejemplo. De un acompañamiento en el patio de juegos en donde nos aseguramos que los niños aprendan formas de resolver conflictos. Como por ejemplo que algo se pueda solucionar jugando ‘piedra, papel o tijera’.
Playworks no hace ni promueve videojuegos. ¿Qué consideraciones tiene usted en relación con estos, también como fuente de aprendizaje? Se dice (la tesis es del consultor de marcas Sasha Strauss) que “quienes crecieron con videojuegos aprendieron a fallar y hoy se lo permiten”.
Creo que uno de los elementos más importantes del juego es la interacción social. Entonces hay un peligro en que si nos apoyamos en los videojuegos exclusivamente, perdemos el cara a cara, y puede ser un problema en educación. Puede ser un gran problema cuando se utiliza en demasía la tecnología en clase. Es muy difícil facilitar bien este tipo de herramientas.
Fuente: AndeanWire Central de Noticias